lunes, 2 de julio de 2012

Ganadora 2011

Uxue Juárez, ganadora de la edición 2011 del proyecto Yo también leo, nos envía una foto con el lote de libros que recibió.

 Uxue Juárez, ganadora del proyecto Yo también leo 2011, con el lote de libros que recibió como premio.

Gracias a todos los autores que hicieron el proyecto posible. Gracias a todos los participantes ¡y gracias por el entusiasmo y enhorabuena a la ganadora, que disfrutes de la lectura!

jueves, 23 de junio de 2011

Fallo edición 2011 proyecto "Yo también leo"

Uxue Juárez Gaztelu, de 29 años de edad y residente en Pamplona, ha resultado ganadora de esta segunda edición del proyecto Yo también leo, por su participación con la reseña y la foto del libro Ahora, escribo de Lolita Bosch (Periférica).

La participación de Uxue Juárez Gaztelu ha resultado ganadora con 10 votos de diez miembros del jurado. Quedaron finalistas Patricia Sánchez Abeal con 4 votos y Lorien Andrés, Sara R. Gallardo y Jéssica López con 2 votos cada uno. Los miembros del jurado quieren felicitar a todos los participantes de este año por la calidad de las reseñas y la originalidad de la mayoría de las fotos recibidas.

El lote de libros que recibirá la ganadora en su casa está compuesto por los siguientes títulos: El mes más cruel, de Pilar Adón (Impedimenta); Turismo de interior , de Cristian Alcaraz (III Premio de Poesía Joven Pablo García Baena, La Bella Varsovia); Les páxines blanques, de Rubén d'Areñes (Trabe); Los veinticinco pasos, de Rubén d'Areñes (Universos); Niña pluma Niña nadie, de Mar Benegas (Amargord); La banda de los corazones sucios. Antología del cuento villano, antología en la que está incluido Matías Candeira (Baladí); Los idiomas comunes, de Laura Casielles (XIII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, Hiperión); Tiempu de render, de Sofía Castañón (Premio Nené Losada Rico 2009, Trabe); La ñoaranza de Artemio Rulán, de Rafa Cofiño (Puntos Suspensivos); El ladrón de morfina, de Mario Cuenca Sandoval (451 Editores); Sharaija murió con trece años, de Eduardo Chivite Tortosa (La Bella Varsovia); Habrá una vez un hombre libre, de Ignacio Escuín Borao (Huacanamo); La carne del tiempo, de Silvia Favaretto (De los cuatro vientos); El año en que murió Jean Genet, de María González (La Bella Varsovia); Apuntes de espera, de Alba González Sanz (XI Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven, Torremozas); De ida y vuelta, de Sara Herrera Peralta (VII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos, Difácil); Sin cobertura, de Sara Herrera Peralta (La Bella Varsovia); Relatos desde ninguna parte, de Pablo Lorente Muñoz (Eclipsados); Mujeres cuentistas, antología en la que está incluida Inma Luna (Baile del sol); Mi primer bikini, de Elena Medel (Premio Andalucía Joven de Poesía 2011, DVD); Tara, de Elena Medel (DVD); Estar enfermo, de Luna Miguel (La Bella Varsovia); Superávit, de Nacho Montoto (Cangrejo Pistolero Ediciones); La ciudad en invierno, de Elvira Navarro (DeBolsillo); También mis ojos, de Laura Rosal (Cangrejo Pistolero Ediciones); Crypta, de Care Santos (Espasa) y Souvenir, de Sara Toro (La Bella Varsovia).

domingo, 1 de mayo de 2011

"Los caminantes", de Carlos Sisí (Dolmen)


Las calles están oscuras, el alumbrado no funciona; los vehículos se oxidan, nadie cuida ya de ellos; la maleza florece indómita entre las baldosas agrietadas de un paseo cualquiera; no se ve gente por la calle: los muertos caminan en su éxodo del infierno.


Ante este panorama el grupo de supervivientes del campamento Carranque, liderados por un Juan Aranda en pleno apogeo, lucha por ver el aciago amanecer de un nuevo día. Carlos Sisí, con su desgarrador lenguaje directo, nos lleva a la lucha de clases más terrorífica que podamos imaginar: el alter ego de la humanidad llama a tu puerta.


Libros de muertos vivientes hay muchos; buenos no tantos; originales, casi ninguno. Los caminantes nos sumerge en un entorno de indecible presión psicológica, donde los sentimientos más humanos deberán hacer frente a los aún más humanos: ira, odio, violencia. Todo buen libro de muertos vivientes debe hacer una dura crítica social. Ya lo decía el maestro Romero, y un humilde servidor lo corrobora con suma precisión: los registros se mezclan y entrelazan con culturas y arquetipos de personajes tan tangibles que no cuesta imaginar al amigo, vecino o familiar en su pellejo.


El Padre Isidro, otrora miembro respetable de la comunidad, se postra como el perfecto antagonista, destilando un odio del lector que hará que cada vuelta de tuerca que el párroco da al argumento incremente hasta límites insospechados la misma furia con la que los muertos desgarran la carne.


Decían de la guía de supervivencia zombie del exquisito Max Brooks que no podías acabar de leerla sin planear una fuga de tu vivienda en caso de un ataque zombie. Carlos Sisí juega sus cartas y desgrana sus textos, en problemas cotidianos, intrínsecos a la naturaleza humana, que harán vibrar a cualquier lector que se sumerja en las calles de una Málaga quizás no mucho más podrida de la que actualmente podemos entrever con los ácidos doble-sentidos que el autor impregna del texto.


La pandemia no se los llevó. Los trajo de vuelta. ¿Estás preparado para encontrarte con el alma de la humanidad? Viene hacia ti, y está hambrienta.


Lorien Andrés Abardia.
26 años. Lleida.

"Breve biografía apócrifa de Walt Disney" , de José María Cumbreño (Algaida)


Parece procedente escribir sobre Breve biografía apócrifa de Walt Disney en un avión. Porque hay varias referencias a esta circunstancia en el libro (por ejemplo, en la nota a pie de página de un verso: “El secreto de la altura: someter el aire con un objeto más pesado que el aire), y porque los vuelos ofrecen esa medida exacta del tiempo e inexacta del espacio ideal para un libro de estas características: puede leerse el poemario de una tirada y sin saber si se tienen los pies sobre el suelo o sobre el aire.


Ya no sé las veces que he leído este poemario, y siempre consigue lo que dice Kirmen Uribe que deberían hacer los poemas, me arranca una sonrisa. Breve biografía apócrifa de Walt Disney es poesía en estado puro (con un ritmo poético impecable, sin concesiones), y al mismo tiempo no tiene nada de puro y todo de ecléctico. Así, mezcla discriminadamente aforismos, idiomas, instrucciones en un avión, referencias a personajes de Walt Disney y a clásicos griegos, microrrelatos, anécdotas personalísimas, humor, crítica social y noticias de actualidad.


Aquí, en este avión, me entran ganas de hacer un experimento rayueliano con este libro: recortar cada pedacito que cita a Irene (la hija de Cumbreño) y poner todos los versos juntos: ver qué daría este nuevo poema. Con la misma fórmula, componer uno sobre volar en avión. Otro sobre los personajes de Walt Disney. Sobre Guantánamo. Sobre el dominio del inglés. Sobre escribir. Sí, quiero destripar este collage poético: tantos poemas habitan en uno solo.


Vuelvo a la realidad: ¡en los aviones no dejan traer tijeras ni objetos punzantes! Puede que, además, la propia mezcla de temas y formas en su obra sea un mensaje en sí mismo: nos muestra una verdad, una verdad poética, que no es lineal, sino fragmentada y aparentemente desordenada. Así, paradójica, contradictoria y muy irónica. Una verdad que se desdice a sí misma para comprobar qué hay en ella de ficción, y a saber si es la verdad la que cabe en la ficción o y viceversa (“Si se aprende a mentir sin que se note, /la forma de combinar/los elementos del relato/no altera el desenlace,/aunque sí sus consecuencias”). La verdad, la mentira, la ficción, lo aparente (“mover, los labios /haciendo como que se canta”), es un tema recurrente que ilustra con maestría Cumbreño, a menudo tomando la literatura como imagen.


Este desorden o descoloque ex profeso de Cumbreño exige al lector, también, enfrentarse a todos los condicionantes de la lectura, le reta, le avisa de que hay trampa, y de que a veces somos nuestra propia trampa: uno/a no puede vaciarse para leer, no lo intenten (“la capacidad de imaginar/depende del coche que se tenga”).


Prosigo mi vuelo y reanudo mi lectura, como debe ser, con la completa incertidumbre de qué lugar o preciso pensamiento ( si no son varios al mismo tiempo) estaré sobrevolando, y de si, como diría el poeta, “viajo en el sentido contrario de la marcha.”


Patricia Sánchez.
30 años. Vigo.

"El monje", de M. Lewis (Cátedra)


Parajes solitarios, conjuros en la cripta bajo el cementerio de un convento, una abadía, celdas, visiones espectrales, rituales, monjas, jóvenes núbiles y relaciones incestuosas o la decadencia de unas leyes excesivamente estrictas en el convento de las religiosas son elementos arquetípicos de la novela gótica El monje de Matthew Gregory Lewis, obra perteneciente al subgénero "Gótico satánico"[i], ya que lo sobrenatural convive con los personajes sin ningún tipo de explicación o justificación por parte del autor. Éste fue educado en Alemania y, saturado probablemente de <<delirantes tradiciones teutonas>> del Burgverlies gothic (gótico de mazmorra), introdujo en el texto ambientes claustrofóbicos y personajes amorales; <<y el resultado fue una obra maestra de viva pesadilla cuyo carácter gótico está sazonado con cantidades adicionales de elementos macabros[ii]>>.


En la novela se percibe sin lugar a dudas la atmósfera de tensión, propia de todo relato preternatural, en la que yace un oscuro secreto (ya sea por parte de personajes como Ambrosio, que calla sus intenciones, o la priora del convento de Santa Clara, quien oculta la verdad sobre el paradero de Inés, o por parte de seres sobrenaturales como Lucifer, quien engaña desde el primer momento a Ambrosio, seduciéndolo bajo la figura de Matilde).


Para ello, L. recurre a una serie de rasgos comunes al “lugar” gótico y a tópicos de este subgénero. De entrada, la obra se inicia en la iglesia de los capuchinos, un lugar cerrado, al igual que la abadía o el convento de Santa Clara o las celdas de las monjas y los monjes donde la cerrazón del ambiente o la luz tenue de una vela provocan que la tensión que se percibe en los encuentros entre algunos personajes aumente con celeridad. Esta tensión puede ser de carácter sexual, o producto de las dudas entre aquello que es moral y correcto y aquello que no lo es o una tensión que despierta el terror derivado de la aparición de un espectro.


La mayoría de estos espacios resultan claustrofóbicos, una característica que se suma también a ese acrecentamiento de la tensión propia de los relatos preternaturales. La novela alcanza su clímax cuando la protagonista, doña Inés, es arrastrada al encierro, abandono y aislamiento que padece en la cripta, donde incluso es atada a la pared con unas pesadas cadenas. Las consecuencias serán nefastas: su hijo perece y ella está al borde de la locura y la desnutrición.


Este aislamiento se advierte también en el caso de la abadía y el convento. Se trata por un lado de un retiro espiritual, de una separación buscada intencionadamente por parte de la comunidad de religiosos, pero, por otro lado, este aislamiento supone que personajes como Ambrosio (monje protagonista que encarna la figura del antihéroe) se aparten de tal manera de la sociedad que se vanaglorien de estar por encima del bien y del mal. Las consecuencias de esta soberbia son fatídicas (tal y como ocurriría en muchas de las obras románticas posteriores): la perdición de éste a manos del Diablo, encarnado en la figura de Matilde, y la violación y posterior asesinato de Antonia, una joven inocente.


Todas estas acciones delatan la hipocresía de la vida monástica de aquella época y reflejan una crítica profunda y un rechazo por ese orden moral impuesto por la Iglesia, la Inquisición, que han caído en decadencia cuando incluso aquellos que están entre las filas de esta institución no pueden controlar sus pasiones e incumplen los votos contraídos con Dios.


Además, se aprecia el modo en que la superstición y las creencias infundadas se adueñaban de la mente de los fieles, construyendo así un Estado basado en la superchería que llamaba la atención en el resto de Europa (ya se ha mencionado el ejemplo de doña Inés, figura obligada a contraer matrimonio con Dios por orden de sus familiares).


Por otro lado, la descripción de muchos de los lugares y personajes comunes de lo gótico resulta muy elaborada: el cementerio, la cripta, la aparición de la Monja Sangrienta, el Judío Errante, el Demonio, etc. La aparición de esta galería de personajes también es un rasgo de este tipo de novelas. Su llegada se representa en lugares oscuros y nocturnos, pasada la medianoche. Estas apariciones vienen acompañadas de una descripción rica en detalles tenebrosos y, a menudo, macabros (manchas de sangre en la ropa, dagas ensangrentadas…).


De manera paralela, se insertan las historias dentro de historias, un recurso propio de la narrativa oral que ya había sido empleado en novelas modernas como El Quijote. Puede que éste sea uno de los aspectos criticables en la obra, puesto que se trata de pasajes que no aportan información relevante al argumento principal y ralentizan la sucesión de acontecimientos.


En resumen, desde el punto de vista formal, de que el joven M. G. Lewis podría haber trabajado más su novela puesto que si es cierto que la escribió en tan sólo diez semanas, por una parte, estaríamos ante un maestro del género, pero por otra, pensamos que debería haberla pulido con mayor esmero, expoliándola de algunos pasajes y digresiones que no aportan nada al argumento o ciertos poemas de carácter agónico y romántico como la balada de “Durandarte y Belerma” (pp. 182-184). No obstante, es indudable el acierto en la elección de personajes o de conflictos que desencadenan las pasiones más viles del ser humano y que llevan a numerosas escenas macabras que aumentan la tensión del lector, que por muy alejado que esté de la realidad representada, recibe el impacto de ésta y asiste al ataque y a la crítica que en ella subyace en relación a la moral y el decoro de una sociedad regida por la superstición y el despotismo del que gozaban muchos de estos eclesiásticos y del que todavía gozan hoy en día. He ahí uno de los motivos que nos llevarían a hablar de El monje como obra universal.


Sin embargo, en su goticidad, la novela se aleja de una simple crítica al estamento de la Iglesia y abandona la realidad para recrearse en esas escenas que participan de la fealdad y la repulsión, de los rituales de magia negra o las invocaciones al Demonio. Lo más llamativo de todo esto y la razón por la que tanto nos ha impresionado la obra ha sido que, en mitad de este escenario, mientras que tendríamos que sentir un rotundo rechazo por el personaje de Ambrosio, llegamos a entenderlo e incluso a perdonar sus actos. Puede que en esta confusión que emerge en la mente del lector resida el verdadero genio de Lewis.



[i] Conde Blanco J. A., Las claves de la novela gótica, en http://www.suite101.net/content/las-claves-de-la-novela-gotica-a14794, 18-4-2010.

[ii] H.P. LOVECRAFT, El horror en la literatura, Madrid: Alianza Editorial, 2002, pp. 106 [es traducción de F. Torres Oliver Supernatural Horror in Literature, en Dagon and Other Macabre Tales, 1939], p. 27.


Uxue Juárez Gaztelu.

29 años. Pamplona.

viernes, 29 de abril de 2011

"Matar a Platón", de Chantal Maillard (Tusquets)



La tragedia es cotidianeidad. Responde al nombre de rutina. Sufre de metástasis. Es un pulso frecuente dentro de una caja de resonancia. La tragedia camina en una calle cortada por un accidente. Es sangre abúlica dentro de un laboratorio.


Y, pegados a una realidad ambigua, los seres trágicos y rutinarios aprendemos a escribir. Y, con cada letra, aprendemos el arte de morir. Escribimos para aprender a morir.


Lo único que conseguimos escribir son versiones de nuestro epitafio.


Chantal Maillard me ha dado razones que yo tenía pero que no sabía. Como la tipografía que no reconocemos en los carteles o los elementos químicos de nuestro cerebro. Somos nubes indescifrables e interpretaciones de ojeras y arrugas.


“escribir

para arquear el espinazo de las letras

a imagen del dolor”.


Sara R. Gallardo.

21 años. Valladolid.

miércoles, 27 de abril de 2011

"Nada", de Carmen Laforet (Destino)


«Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces».


Cómo explicar mi admiración hacia Carmen Laforet. Quizá porque escribió Nada con tan sólo 23 años (edad que tengo actualmente), o que me siento cómplice de Andrea, o simplemente porque quedé atrapada en las paredes del piso de la calle Aribau.


El libro comienza con un viaje en tren. Andrea, una joven de 18 años, rebelde con sueños e ideales pretende hacerlos realidad en una Barcelona terminada la Guerra Civil, donde comenzará sus estudios en la facultad.


Su existencia, así como su personalidad cambiarán al conocer a los habitantes del piso de su abuela, en la calle Aribau, en el que además de esta viven: su tía Angustias (una mujer fría, envidiosa, que muestra cierto grado de lesbianismo al tratar a Andrea y que acabará recluida en un convento), sus tíos Román y Juan dos hermanos destruidos por la guerra y resentidos con la situación actual. Y la mujer de Juan, Gloria, un personaje tan vulnerable, tan infantil…En ciertos momentos parece que habla su parte más adulta, pero otras se limita a hacer comentarios carentes de racionalidad.


Son unos personajes tan reales, que podemos verlos, sentirlos y enamorarnos de cada uno de ellos. El ambiente en esa casa es asfixiante, lleno de cosas viejas, maloliente, con continuas discusiones, en el que describe los malos tratos de Juan a Gloria, la comprensión de la abuela, y ese artista atormentado que es Román, ese personaje que atrae por su profundo misterio, sus secretos, que vive en el ático del que desaparece durante largas temporadas y nadie sabe a donde va. En ese microcosmos, a alguno de los personajes se le pregunta qué le pasa, qué piensa, qué siente, con frecuencia se obtiene la misma respuesta “nada”.


No es de extrañar que Andrea no soportara esta situación y buscara en la universidad una vía de escape, donde encuentra a Ena (que también se enamorará de Román) y a su familia, de la que formará parte de alguna manera. Es un sentimiento de admiración y le gustaría ser como ella pero en lugar de eso se conforma con la oscuridad de su casa que cada vez odia más. Personaje crucial para entender la historia es la madre de Ena que le confiesa a Andrea su aventura con Román.


Es una lectura que nos transporta a esa Barcelona gris acabada la Guerra Civil, paseamos por sus oscuras calles, estrechos callejones, soñamos con la magia del barrio chino con personajes grotescos… El sentimiento de desilusión se hace presente en toda la novela. Nos transmite una sensación de vacío, de individualismo, cada personaje mira para sí mismo.


Andrea representa a un alma viva, joven que lucha con entusiasmo por salvarse y salvar a otros de esa confusión que es vivir. Se marcha de Barcelona después de un fatídico e inesperado final con la sensación de no llevarse nada, pero en el fondo ella sabe que todo en ella ha cambiado.


«Me parecía que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida».


Jéssica López Martín.

23 años. Zamora.

lunes, 25 de abril de 2011

"Ensayo sobre la lucidez" de José Saramago (Alfaguara)


Cuando nacemos, cuando entramos en este mundo, es como si firmásemos un pacto para toda la vida, pero puede suceder que un día tengamos que preguntarnos: “¿Quién ha firmado esto por mí?”.

Comenzaré por admitir que no andan del todo desacertadas las críticas que lo tachan de no estar a la altura de su predecesor (el Ensayo sobre la ceguera), o de hacerse aburrido, o manido. Cierto es que la “premisa mágica” esta vez no es tan espectacular en esta ocasión, ni quizá son las deliberaciones filosóficas y vitales de tan alto nivel. También es cierto que puede resultar lento en ritmo al principio, y quizá algo precipitado el cambio de presentación de la acción y ritmo de la mitad hacia el final. Todo esto, si lo combinamos con ese estilo de narración tan denso, que en apenas tres lineas te lleva de una situación mundana a una disertación de esas que te dejan boquiabierto y tienes que releer porque no terminas de creer cómo te ha llevado de la mano hasta ese punto, hace que no sean fáciles de seguir estos libros. Pero éste, al igual que al primero, sin saber cómo, te engancha.


Sin embargo esta “premisa mágica” más "mundana" ha sido lo que me ha llamado la atención. Esta vez no se trata de una plaga de “zombies” ciegos (¿o acaso no eran todos esos ciegos muertos vivientes de facto, dada la situación?), sino de la actuación de una especie de consciencia colectiva, responsable y consecuente (y por tanto, si lo piensa uno bien, no menos milagrosa), la que hace que en unas elecciones, en la ciudad capital de un país, el voto en blanco masivo (83%) provoque la imposibilidad de formar gobierno, haciendo que salten los resortes de las fuerzas políticas para impedir que esto sirva de empuje inicial para un cambio de la situación que ellos gobiernan y les alimenta.


Precisamente esta temática y esta trama han sido las que me han fascinado. Sin caer en locuras ni espectáculos se expone expone de forma clara y sobria la desconexión tremendísima -y a veces disparatada- que existe entre el mundo de las personas "de a pie" y el de los políticos (diferenciación totalmente excluyente hecha a posta), y como el segundo vampiriza, retuerce y manipula el primero para asegurarse la subsistencia. Y entiendo que ha sido por puro contexto y panorama político actual. Cualquiera que siga la actualidad política de estos últimos meses es consciente, supongo, de lo que quiero decir.


Simplemente, merece la pena leerlo. En definitiva, salvo que quizá sea mejor no leerla justo tras el Ensayo sobre la ceguera para evitar la saturación, creo que es esta una novela de lectura imprescindible ahora, y si no aullamos lo suficiente, por desgracia, durante mucho tiempo más.


Julio Antequera Galiano.

26 años. Sanlúcar de Barrameda.

martes, 19 de abril de 2011

"Cosas que hacen bum" de Kiko Amat (Anagrama)


Este libro fue una recomendación caída del cielo. En el sentido más literal de la palabra. Y es que cuando abres el libro empieza diciendo así:


La obsesión es una fiebre. Una rabia loca, enfocada hacia un solo punto, que empieza a acelerar sin que nadie pueda detenerla. La obsesión es un deseo multiplicado, y ese deseo me ha llevado hasta aquí.


La descripción por parte de Amat de los sentimientos es sobrecogedora, no sólo de los sentimientos sino de la época y la cultura en la que se mueve esta novela y el sentido del humor con el que lleva personajes y ciudades es magnífico. Es sencilla, natural y realista. Es una historia de adolescencia sumamente bien contada.


Graciela Rodríguez Gago.

27 años. Gijón.

domingo, 17 de abril de 2011

"Ahora, escribo", de Lolita Bosch (Periférica)

ELE O ELE I TE A



Este texto es para mi amiga María Lynch, que

durante un año visitó conmigo un parque de

atracciones, una frontera, un escenario vacío y

un puerto industrial. Justo antes de que nos

coláramos en la escuela en la que ambas, juntas,

aprendimos a escribir. Más o menos.

tras haber conseguido ver, en Barcelona, la

Ciudad de México y su milagroso segundo piso

atravesando el cielo.


Pero para Lolita.


Cierro Ahora, escribo de Lolita Bosch con la sensación de que una verdad que todavía no he captado completamente me ha sido revelada. Una verdad que me concierne y que me habla de una Lolita que escribe al compás de un metrónomo con el fin de ajustar su tiempo al tiempo real, su texto a un ritmo que sí existe, aunque no lo estemos escuchando. Al ritmo que, como lenguaje, somos. Y desaparecer así en lo que construye. Serlo todo (p.161).


Con el mismo asombro que despertaría en el observador el hallazgo de una reserva natural de agua en medio de un huerto, así asiste el lector a las anécdotas e imágenes que la voz de la narradora desgrana de una manera precisa y particular. Con un empeño similar al del músico, la autora mide la cadencia de cada una de las palabras, las perfila y las segmenta:


Y que rojo en voz alta quiere decir exactamente esto.

No: erre o jota o. [] si te digo que todo e rojo no me creas, busca algo verde. Uve e erre de e. Este verde.

Porque esto no es una novela y te estoy mintiendo todo el rato.

Quiero que te resulte evidente.

Quiero que te des cuenta sin que tenga que decirte nada.

(Nada.) (P. 51)


De este modo, juega y engaña al lector para que éste entre en su texto como si fuera suyo y lo siembre con sus propias experiencias vitales, lectoras y creativas. Sólo así, desde el “nosotros” es posible construir la obra, puesto que la escritora no entiende la novela (ensayo narrativo, autobiografía fragmentada o, independientemente de las distinciones genéricas, esta joya) sin la presencia, sin el diálogo con el lector que presencia gustoso, deslumbrado y curioso el suceder de la historia íntima que encierra este escribir único:


Este primer libro es la fotografía que nunca tomé del momento exacto en el que mi padre y yo, una mañana de invierno que había nevado, nos subimos a un avión de madera y nos aventuramos a planear por encima de la ciudad de Barcelona. Sin viento. (P. 11)


Mediante la fragmentación y la re-presentación y reescritura de una serie de ideas o textos centrales de la que se han valido autores como Girondo o Bolaño, Bosch articula el texto en el desplazamiento, recreándose en las relaciones entre el texto como lugar y el contexto. En este sentido, parte de una crisis creativa y vital en le que se halla tras la muerte de su padre y la publicación de La familia de mi padre (obra que enlaza con esa figura paterna y que de algún modo, mediante la escritura, es revivida y recreada constantemente hasta el punto de no saber si realmente el recuerdo que guarda de su padre es “su padre real”, observación que abre paso a la relación entre vida y literatura: ¿hasta qué punto la literatura forma parte de la realidad de una escritora?, ¿pertenece la literatura a lo irreal o, al contrario, es algo real, propio de nuestro día a día como escritoras?) para reflexionar sobre la No Escritura, la imposibilidad o la posibilidad de escribir, las desapariciones de los seres queridos (su padre, un amigo), la enfermedad, el miedo. Tal y como se menciona en la contraportada, se trata de la crónica de unos años donde la propia Literatura, también con mayúsculas, se convierte en medicina y cura en medio del desconcierto que ella misma produce. Apud B.:


Sé que estos Cuatro Meses Tiempo Muerto en los que sigo inmersa, la catarsis que ha sido volver de nuevo a México tras la entrega final de La familia de mi padre, sé que esta sensación de realidad física, de entraña, sin aire, que no ha conseguido finalmente enloquecerme, logrará fijarse en algún punto quieto de luz, dejará de ser tan radical, tan violentamente importante. Y sé que yo, a pesar de la vergüenza de ser capaz de hacer algo así, seguiré viviendo sin mi padre, a miles de kilómetros del centro Piedra que es el interior de mi cuerpo.

Piedra Lolita.

Sé que volverá la plasticidad del lenguaje y que la Voz Mármol se convertirá otra vez en humo. [] Volveré a encontrar el camino exacto que me lleve hasta los demás. Volveré a reconocer este mundo en este mundo. Y entonces tal vez, entonces incluso, entonces literariamente, seré capaz de contarme qué ha sucedido. Ahora no. Ahora la escritura no ha logrado evitar ni construir nada. Porque ahora la escritura es la muerte: el entierro definitivo de una vida se ha extinguido lentamente desde la conversación que tuve con mi padré el día 20 de junio de 1999, la mañana siguiente cuando mi madre me llamó a la calle Tonalá de la colonia Roma, el testamento formal que abrieron cuando yo estaba en una azotea de la calle Coahuila, la carta que recibí en la avenida Álvaro Obregón, la mañana en que fui a las islas Medes de la mano de mi amigo Narcís, el poema de César Vallejo que me mandaron por correo electrónico, la escritura caótica y dolorosa, la sensación de volver a darle a mi padre la mano. Su mano. Casa. (Pp. 78 y 79)


A lo largo de los tres apartados, los tres libros, de los que se compone este ensayo en primera persona, contemplamos en “Primer libro: Donde abro”, un punto de partida para una narración que se inicia desde el dolor, desde esa relación extraña con la literatura y de su poder reconstructor:


Ocupar con el lenguaje un espacio que sea el espacio que sea el espacio de la construcción y cuya voz, la mía, sea casi un pulso físico. Radicalmente vivo. Esto es lo que quiero que suceda, esto es sin ninguna duda lo que busco. [] del lenguaje. La posibilidad increíble de ponerlo en movimiento y de usarlo para reconstruirlo todo. y, por supuesto, por encima de cualquier otra cosa, de tratar de reconstruirme a mí misma. (P. 69)


Después, en “Segundo libro: Donde está todo abierto, AHORA, ESCRIBO”, B. escribe para tratar de entender el miedo, para tratar de entender qué ha sucedido y, consecuentemente, tratar de entenderse a sí misma (Esto te ha sucedido porque hay algo que eres y no entiendes, p. 154). Para ello, vuelve a esa relación entre tiempo, literatura y lugar de la que se hablaba arriba: el paso de un tiempo continuo visto a cámara lenta. No detenido. Sino un espacio sucediendo todo el rato. Entonces, el lector entiende que precisamente eso es el libro: un espacio sucediendo todo el rato, de ahí que la escritora se valga de técnicas como la reescritura para hacernos entender que, por medio de expansiones, fragmentaciones y mutaciones que completan su sentido, el texto es algo vivo que se construye gracias a la mirada atenta del lector. Y es precisamente ahí donde confluyen un único espacio visto desde un único tiempo.


Por último, en el breve “Y NADA TERCER LIBRO: DONDE TRATO DE VER”, la voz narrativa llega a la aceptación y a entender que:


… hay algo definitivamente cierto en todo esto: Todos nosotros. Y que de cerca, un texto es tan incomprensible como un ser humano. Tan incomprensible como la muerte. [] que sólo lo que construyéramos fuera verdad. Que la propia escritura fuera verdad. Que no fuera más real lo que nace solo, lo que es anterior a la carne, el oro que brilla dentro de las rocas, sino que yo encontrara un modo de decir huesos, piedras, semillas, aviones, palabras y con esto construirme un mundo. (P. 196)


En resumen, Ahora, escribo es una obra de referencia para todos aquellos interesados en el proceso de escritura. Primeramente, porque nos habla del lugar, el paisaje, el tiempo, como escenarios en el que el lector asiste al milagro de la escritura, al modo en que Lolita Bosch construye pisos de palabras que adquieren sentido al hablar de ciudades como México DF, Barcelona o del secreto que encierra una semilla y de aviones de madera que vuelan un día sin viento por encima de Barcelona.


Y, en segundo lugar, porque se trata de un texto muy trabajado desde el punto de vista técnico al introducir todos esos desplazamientos textuales en los que la imposibilidad de nombrar algunos sentimientos o dar una respuesta a la relación entre Literatura y Verdad o a la pregunta del Ser se escogen con acierto y ayudan a que el lector llegue a comprender completamente la evidencia que se esconde entre las páginas de este ensayo. Junto a las fragmentaciones, un discurso pausado, a caballo entre el verso y la prosa, un ritmo muy medido (a golpe de metrónomo) y un lenguaje urbano que nos invita a vagar por hoteles, aeropuertos y plazas de dos ciudades muy diferentes como lo son México DF y Barcelona, Lolita Bosch nos conduce ante la certeza de que todos nos parecemos (Soy lo más parecido a ti que has conocido nunca, p. 192) y tememos frente a situaciones similares. La belleza reside en la capacidad que poseemos de explorar, literariamente, el mundo y, con nuestros hallazgos, construir un lugar y tiempo propios.


Uxue Juárez Gaztelu.
29 años. Pamplona.

domingo, 20 de marzo de 2011

"Espectral", de Ángel Guinda (Olifante)


Conocí a Ángel Guinda en un autobús camino de Logroño y no imaginaba que meses después sería la responsable de introducir su lectura durante las últimas jornadas de poesía Versátil.es que se celebran anualmente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid. Escribir sobre Ángel Guinda conlleva las dificultades propias de ofrecer una visión panorámica – más objetiva que menos – de un Sabio con Savia al que valoro, respeto y, en definitiva, (sin querer queriendo) quiero.

Ángel Guinda nace en Zaragoza en el año 1948. Es allí donde crece hasta iniciarse en el camino de las letras tal vez sin darse mucha cuenta. Muchacho que observa evitando decadencias cotidianas, cuenta cómo de niño veía en su ciudad “Manadas de hombres y mujeres sin cabeza. / Y cabezas rodando por las calles”. Entre el bullicio de la capital comienzan las voces interiores, también, que traerán consigo las primeras composiciones años después, cuando él mismo escribe: “De voces está llena mi cabeza. / Voces de oxígeno, secretas, emigrantes, que sangran, voces esqueléticas, voces de flores, rocas, animales, voces sin tumba, voces exiliadas. / Pero siempre oigo voces, voces, voces”. Y es que Guinda siempre ha tenido dispuestos los cinco sentidos, los oídos y los ojos (los del rostro y los del alma) bien abiertos convirtiendo el mundo en una realidad extensa y amplia de tanto mirarla.

Con los años vienen los cambios. Cambia la Medicina por la Enseñanza: tampoco hay tanta distancia entre curar y enseñar, que es lo segundo más importante si tenemos en cuenta que recibir una buena educación es la mejor medicina. Se puede decir que cambió de idea; aunque por supuesto no cambió de Ideas. Cambia, así, también el Ebro por el Manzanares para dar paso a una transformación en su obra poética. Guinda da el salto al existencialismo preocupado por el paso del tiempo y las soledades. Algunos títulos son. Escribe porque sabe hacerlo; pero escribe también porque lo necesita, porque no concibe la vida sin la escritura, sin la creación. Toca géneros muy variados como es el artículo, el ensayo, la traducción, el manifiesto incluso el himno siendo coautor del Himno de Aragón. No obstante, sin duda alguna, destaca y se le conoce en el mundo como poeta. Con el nuevo siglo, su afán por comunicar lleva a Guinda a una poesía abierta y generosa que llega a todos bajo títulos tales como Espectral su último libro de composiciones cortas de prosa poética.

De esta manera vamos viendo cómo Ángel Guinda hace viajar al lector hacia sí mismo. Reflexiona acerca del hombre así como de los valores y las preocupaciones universales partiendo de sí. Se torna, en sus composiciones, absolutamente consciente de su trayectoria vital, de la vida y de la muerte como haz y envés de la grandeza de estar en el mundo embalsamado por el amor. Espectral es accesible, auténtico, autónomo, comprometido, cotidiano, didáctico, habitable, honesto, indomable, libre, maduro y rehabilitador. Su poesía es anunciadora y denunciadora. Su poesía inventa lo que conoce. Así es como el autor ve y se ve, vive y se vive y se bebe la vida (y se la fuma también, aunque no se le esfume ni un ápice de probarla). Con todo esto, desde la admiración que le profeso, me gustaría concluir estas líneas contándoos a todos cómo Ángel Guinda honró los colores de la bandera del sexto Festival de la Palabra: blanco, rojo y negro.

Blanco puro es el color de los ojos con los que mira y de los brazos con los que acoge a los poetas que empiezan; es también blanco el color del papel que todavía no ha compuesto; y es, preci(o)samente, este color blanco el de las manos por las que aboga sin más abogado que su ideal de paz para todos por igual. Blanco y bueno es el nombre de este hombre de tierra y de cielo.


Rojo es el vino con el que celebra los años; y rojo también el color de la sangre que le palpita en todas y cada una de las palabras; como rojo es el miedo que deja en el desperezo temprano de por la mañana; rojo y dulce es su apellido.


Negro el humo que le ocupa los pulmones de ansias pequeñas pero grandiosas; negro es el color de la muerte viva que traza como compañera en sus textos; café negro para sobrevivir más despierto como el agujero negro que completa con su estar; y negro es también el punto y seguido al que invita su nombre.


Disfrutad leyendo Espectral. Disfrutad de Ángel Guinda.

Rut Sanz Montaña.
25 años. Valladolid.