Parece procedente escribir sobre Breve biografía apócrifa de Walt Disney en un avión. Porque hay varias referencias a esta circunstancia en el libro (por ejemplo, en la nota a pie de página de un verso: “El secreto de la altura: someter el aire con un objeto más pesado que el aire”), y porque los vuelos ofrecen esa medida exacta del tiempo e inexacta del espacio ideal para un libro de estas características: puede leerse el poemario de una tirada y sin saber si se tienen los pies sobre el suelo o sobre el aire.
Ya no sé las veces que he leído este poemario, y siempre consigue lo que dice Kirmen Uribe que deberían hacer los poemas, me arranca una sonrisa. Breve biografía apócrifa de Walt Disney es poesía en estado puro (con un ritmo poético impecable, sin concesiones), y al mismo tiempo no tiene nada de puro y todo de ecléctico. Así, mezcla discriminadamente aforismos, idiomas, instrucciones en un avión, referencias a personajes de Walt Disney y a clásicos griegos, microrrelatos, anécdotas personalísimas, humor, crítica social y noticias de actualidad.
Aquí, en este avión, me entran ganas de hacer un experimento rayueliano con este libro: recortar cada pedacito que cita a Irene (la hija de Cumbreño) y poner todos los versos juntos: ver qué daría este nuevo poema. Con la misma fórmula, componer uno sobre volar en avión. Otro sobre los personajes de Walt Disney. Sobre Guantánamo. Sobre el dominio del inglés. Sobre escribir. Sí, quiero destripar este collage poético: tantos poemas habitan en uno solo.
Vuelvo a la realidad: ¡en los aviones no dejan traer tijeras ni objetos punzantes! Puede que, además, la propia mezcla de temas y formas en su obra sea un mensaje en sí mismo: nos muestra una verdad, una verdad poética, que no es lineal, sino fragmentada y aparentemente desordenada. Así, paradójica, contradictoria y muy irónica. Una verdad que se desdice a sí misma para comprobar qué hay en ella de ficción, y a saber si es la verdad la que cabe en la ficción o y viceversa (“Si se aprende a mentir sin que se note, /la forma de combinar/los elementos del relato/no altera el desenlace,/aunque sí sus consecuencias”). La verdad, la mentira, la ficción, lo aparente (“mover, los labios /haciendo como que se canta”), es un tema recurrente que ilustra con maestría Cumbreño, a menudo tomando la literatura como imagen.
Este desorden o descoloque ex profeso de Cumbreño exige al lector, también, enfrentarse a todos los condicionantes de la lectura, le reta, le avisa de que hay trampa, y de que a veces somos nuestra propia trampa: uno/a no puede vaciarse para leer, no lo intenten (“la capacidad de imaginar/depende del coche que se tenga”).
Prosigo mi vuelo y reanudo mi lectura, como debe ser, con la completa incertidumbre de qué lugar o preciso pensamiento ( si no son varios al mismo tiempo) estaré sobrevolando, y de si, como diría el poeta, “viajo en el sentido contrario de la marcha.”
30 años. Vigo.